jueves, 9 de mayo de 2013

¿Soy una finalidad?

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¿Qué les parece esta afirmación?:

 “En un contexto religioso, la igualdad significó que todos somos hijos de Dios, que todos compartimos la misma sustancia humano-divina, que todos somos uno. Significa también que deben respetarse las diferencias entre los individuos, que, si bien es cierto que todos somos uno, también lo es que cada uno de nosotros constituye una entidad única, un cosmos en sí mismo (…) La igualdad como una condición para el desarrollo de la individualidad fue, asimismo, el significado de este concepto en la filosofía del iluminismo occidental. Denotaba (como lo formuló muy claramente Kant) que ningún hombre debe ser un medio para que otro hombre realice sus fines. Que todos los hombres son iguales en la medida en que son finalidades, y sólo finalidades, y nunca medios los unos para los otros. (El Arte de Amar; Fromm, Erich)

Cuando la leí me encantó, me pareció genial. Puede ser una aseveración obvia para muchos, pero sinceramente cuando veo el día a día, parecería que no es el caso.

Todas las mañanas al manejar hacia mi trabajo, en el tráfico espantoso que caracteriza a San Salvador, veo a ciertos conductores que usan el carril de emergencia para acortar su paso, ¿ellos creerán que el resto de conductores son una finalidad?, ¿se les ocurrirá que el resto va tarde igual que ellos y que simplemente hacen fila y esperan pacientemente para mantener orden y evitar más caos?, ¿sabrán que todos tienen que llegar a sus destinos y que no sacan el carro a esa hora por puro placer de manejar?
Cuando los conductores se quejan que los peatones no usan las pasarelas ¿tendrán en mente que esas personas son una finalidad?, ¿reflexionarán que usar una pasarela es un riesgo, es incómodo, es inaccesible para muchos y que los peatones al igual que los conductores tienen derecho al libre tránsito?, ¿sabrán que esas líneas blancas que parecen cebras son en realidad un cruce peatonal? En cualquier país en el que realmente le apuestan a la vida, el peatón tiene prioridad de tránsito en esas rayas blancas, por el simple hecho que es un individuo, un ser humano, una finalidad que está en desventaja ante un vehículo y que prevalece sobre éste.

Y si pensamos en las empleadas domésticas, en los obreros, en los vigilantes, en los empleados de una empresa, ¿sus empleadores estarán convencidos que ellos son una finalidad y que son más que el que cocina y mantiene limpia la casa; el que enriquece o permite que un empresa exista o el que salvaguarda la vida o los bienes ajenos?.

 Ellos no son un medio para satisfacer una necesidad, sino que son una finalidad tan única y maravillosa como la de esas personas a quienes les prestan un servicio. De ahí que, es responsabilidad que los empleadores hagan accesible los medios para que quienes les presten un servicio puedan superarse, el salario muchas veces no es suficiente, una persona vale más que $200. Todos tenemos derecho a alcanzar nuestros objetivos, por el simple hecho que cada individuo, cada ser humano es una finalidad.

Y estos son ejemplos de la vida cotidiana de los simples mortales…Ni nos vayamos a las “altas esferas” de los gobernantes WAKALA!!!!!

Continuando con lo desarrollado por Erich Fromm: Tal convicción acerca de la unicidad del individuo se expresa, por ejemplo, en la sentencia talmúdica “Quien salva una sola vida, es como si hubiera salvador a todo el mundo; quien destruye una sola vida, es como si hubiera destruido a todo el mundo.” Y es que realmente, cada cabeza es un mundo, cada vida es una historia, una ilusión, un sueño, una esperanza. Todos los que existimos tenemos un fin: vivir. Todos los seres humanos, e incluso el resto de seres vivos, tenemos propósitos, tenemos objetivos que me atrevería a decir, son casi siempre en el fondo, muy en el fondo, los mismos: realizarnos como individuos, sentirnos parte de, sentirnos completo, sentirnos amados.

¿Por qué entonces nos utilizamos? ¿Será que la única forma de alcanzar nuestra finalidad es utilizando a otro humano como instrumentos para conseguir nuestro propósito?, teniendo en mente que en otra circunstancia, otra persona nos podría utilizar como medio para alcanzar su fin.

¿Qué pasaría si a cada ser humano se le permitiera desarrollar su potencialidad y fuera su propia finalidad? Mi primera idea loca, es que tuviéramos un planeta con 6.973.738.433 (según el Banco Mundial, 2011) de seres humanos que han alcanzado su potencial o por lo menos acercarse mucho a él. Supongo entonces, que tendríamos un mundo más justo, equitativo, en pocas palabras, mejor, ¿es esto una utopía, es irreal o imposible? Si el actual sistema dice que la capacidad humana no tiene límites para transformar su entorno, ¿por qué no lo hacemos? O ¿por qué el sistema no contribuye a que todos lo podamos hacer?
¿Alguien tiene una respuesta o alguna idea de que es lo que nos está deteniendo?

Nos vemos…

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